Premio Nacional de Literatura 1998.
Fuimos íntimos amigos con ALFONSO, casi como hermanos durante más de tres años de nuestra adolescencia, dos años como alumnos internos en el Liceo de Hombres de Temuco y el otro año en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile.
En el año 1946 él ingresó, como alumno interno, al quinto año de Humanidades del Liceo de Hombres N°1 de Temuco, hoy día Liceo Pablo Neruda, cuando yo cursaba el cuarto año de Humanidades, en el Internado del mismo Liceo. Todos los compañeros de su curso venían desde el primer año como alumnos internos y tenían de promedio cerca de tres años de edad más que ALFONSO, quien recién se integraba. Estaba allí en un ambiente desajustado para su edad.
Nos hicimos amigos desde el primer mes de ese mismo año en el que él ingresó a nuestro colegio. A pesar de que éramos de cursos diferentes nos hicimos grandes amigos desde el momento en que nos conocimos, tanto fue así que lo convencí para que se trasladara al dormitorio nuestro, o sea al de los alumnos del cuarto año. Al lado derecho de mi cama dormía mi amigo Hernán Muñoz, quien sigue actualmente siendo íntimo amigo desde hace casi setenta años. Al lado izquierdo de mi ubicación en ese dormitorio instaló su cama nuestro nuevo amigo, ALFONSO CALDERÓN. Se integró de inmediato a nuestro grupo, lo quisimos muchísimo, era muy comunicativo. Conversábamos largamente, tanto él con sus temas de literatura como yo con mis temas de física. Él era indudablemente el más joven de su clase, tenía dos años y medio menos que la mayor parte de los compañeros de su curso. Mi nuevo amigo había comenzado sus estudios, apenas cumplidos los cinco años de edad, por deseos preclaros de sus padres. Esto le sirvió para tener grandes ventajas intelectuales frente a los amigos de su misma edad e incluso de su mismo curso. Yo comencé a estudiar a los seis y mientras él estaba en quinto yo estaba en cuarto año de Humanidades. Por su corta edad el ambiente de su curso de quinto año de Humanidades no era muy acogedor para ALFONSO. En esos años los adolescentes acostumbraban a usar sobrenombres, le decían “el guagua Calderón”, “el chico Calderón”, etc. Como yo era el campeón de ajedrez del Liceo tenía algunas influencias. Conseguimos con el Vice Rector del Liceo su traslado a nuestro dormitorio, ya que su edad estaba más cerca de la nuestra que de la de los compañeros de su curso. El contacto de él con los de su curso se efectuaba solamente cuando tenían las horas de clases. Asimismo su relación con nosotros también estuvo en el comedor, en deportes y en la vida diaria. Vivíamos como en una misma casa con él, o sea en un ambiente familiar. Era para nosotros como un sabio en literatura, le creíamos más a él que a nuestra profesora de castellano. En el colegio era normal que a veces tuviésemos malos encuentros y disgustos con nuestros compañeros, pero con él jamás hubo una relación de disgusto, era muy simpático y muy modesto con sus conocimientos. ¡Lo queríamos muchísimo!
Su pasado infantil y adolescente anterior le fue complicado, por tener que convivir siempre con los compañeros de su curso de mucha más edad y además se debió cambiar varias veces de ciudad. Antes de llegar a Temuco ALFONSO pasó por varios otros colegios y esta vez encontró en el Liceo de Hombres de Temuco un verdadero paraíso comparado con otras experiencias, por esto estaba muy contento con nuestra nueva amistad y aprecio.
ALFONSO CALDERÓN fue desde su infancia un apasionado por la literatura. Era su mundo, así que todo lo que se escriba sobre él al respecto tiene una dimensión inferior a la que él llevaba en sí mismo. Leía continuamente libros que iban más allá de los recomendados por sus profesores y esto nos servía a nosotros como fuente de consulta antes de dormirnos. Él y otro de nuestros amigos y compañero de curso, Arturito Jofré eran de la misma edad, ambos muy estudiosos, pero de una diferencia de intereses muy grande. Uno estaba sumido en la literatura y el otro en la química y en la biología. Ellos eran como nuestros hermanos menores, por su edad e inocencia, eran muy queridos por los integrantes de nuestro dormitorio.
Terminado sus estudios secundarios, ALFONSO se trasladó a Santiago a estudiar Pedagogía en Castellano a la Universidad de Chile. Desde la residencial donde vivía en la calle República me ofreció e invitó a que cuando egresara del Liceo me fuera a vivir igualmente allí a República. Quedaba a escasas cuadras de donde funcionaba en esos tiempos el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. Cuando al año siguiente, en 1949, ingresé yo también al Pedagógico a estudiar Matemáticas y Física, me encontré con que su residencial estaba completamente copada, pero él me consiguió otro excelente hospedaje ubicado en la misma calle. Quedamos viviendo en dos lugares diferentes, pero a menos de cien metros. Nos visitábamos a diario, él me contó que estaba en círculos literarios con Pablo Neruda y sabiendo que yo había conocido a Neftalí Reyes como un vecino de mi familia en Temuco, me invitó a participar en estos encuentros efectuados en la capital. ALFONSO estaba ya por sacar su primer libro de literatura y cuando lo hizo le mandó el primer ejemplar a su madre y solemnemente me regaló y dedicó el segundo ejemplar de “Primer consejo a los arcángeles del viento”. Me lo regaló abrazándome y diciéndome que lo hacía de todo corazón a su mejor amigo, no me permitió por ningún motivo, a pesar de mis muchos esfuerzos, que yo le cancelara este segundo ejemplar.
Eran los años en los que ALFONSO estaba profundamente apasionado por la Literatura y yo a su vez por la Física. Me dijo un día muy preocupado, que estaba apenado porque había aparecido una crítica escrita muy dura y con palabras soeces de un seudo literato quien decía haber leído su libro y concluía que el contenido conllevaba algo sexual prototípico de los adolescentes. Yo por supuesto le di ánimo diciéndole que deje que los perros ladren, o algo parecido.
Mi amigo fue siempre consecuente con los deseos de su infancia y adolescencia, fue un amante de la Literatura a tal extremo que estuve antes de su fallecimiento, una semana entera por medio de Internet, comparando la cantidad de sus obras y otras publicaciones con las numerosas de Pablo Neruda y mi amigo ALFONSO CALDERÓN SQUADRITTO fue en cantidad más fructífero que su maestro. Sus memorias de tres mil páginas superan, y con razón, las de cualquier otro escritor.
Fuimos íntimos amigos con ALFONSO, casi como hermanos durante más de tres años de nuestra adolescencia, dos años como alumnos internos en el Liceo de Hombres de Temuco y el otro año en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile.
En el año 1946 él ingresó, como alumno interno, al quinto año de Humanidades del Liceo de Hombres N°1 de Temuco, hoy día Liceo Pablo Neruda, cuando yo cursaba el cuarto año de Humanidades, en el Internado del mismo Liceo. Todos los compañeros de su curso venían desde el primer año como alumnos internos y tenían de promedio cerca de tres años de edad más que ALFONSO, quien recién se integraba. Estaba allí en un ambiente desajustado para su edad.
Nos hicimos amigos desde el primer mes de ese mismo año en el que él ingresó a nuestro colegio. A pesar de que éramos de cursos diferentes nos hicimos grandes amigos desde el momento en que nos conocimos, tanto fue así que lo convencí para que se trasladara al dormitorio nuestro, o sea al de los alumnos del cuarto año. Al lado derecho de mi cama dormía mi amigo Hernán Muñoz, quien sigue actualmente siendo íntimo amigo desde hace casi setenta años. Al lado izquierdo de mi ubicación en ese dormitorio instaló su cama nuestro nuevo amigo, ALFONSO CALDERÓN. Se integró de inmediato a nuestro grupo, lo quisimos muchísimo, era muy comunicativo. Conversábamos largamente, tanto él con sus temas de literatura como yo con mis temas de física. Él era indudablemente el más joven de su clase, tenía dos años y medio menos que la mayor parte de los compañeros de su curso. Mi nuevo amigo había comenzado sus estudios, apenas cumplidos los cinco años de edad, por deseos preclaros de sus padres. Esto le sirvió para tener grandes ventajas intelectuales frente a los amigos de su misma edad e incluso de su mismo curso. Yo comencé a estudiar a los seis y mientras él estaba en quinto yo estaba en cuarto año de Humanidades. Por su corta edad el ambiente de su curso de quinto año de Humanidades no era muy acogedor para ALFONSO. En esos años los adolescentes acostumbraban a usar sobrenombres, le decían “el guagua Calderón”, “el chico Calderón”, etc. Como yo era el campeón de ajedrez del Liceo tenía algunas influencias. Conseguimos con el Vice Rector del Liceo su traslado a nuestro dormitorio, ya que su edad estaba más cerca de la nuestra que de la de los compañeros de su curso. El contacto de él con los de su curso se efectuaba solamente cuando tenían las horas de clases. Asimismo su relación con nosotros también estuvo en el comedor, en deportes y en la vida diaria. Vivíamos como en una misma casa con él, o sea en un ambiente familiar. Era para nosotros como un sabio en literatura, le creíamos más a él que a nuestra profesora de castellano. En el colegio era normal que a veces tuviésemos malos encuentros y disgustos con nuestros compañeros, pero con él jamás hubo una relación de disgusto, era muy simpático y muy modesto con sus conocimientos. ¡Lo queríamos muchísimo!
Su pasado infantil y adolescente anterior le fue complicado, por tener que convivir siempre con los compañeros de su curso de mucha más edad y además se debió cambiar varias veces de ciudad. Antes de llegar a Temuco ALFONSO pasó por varios otros colegios y esta vez encontró en el Liceo de Hombres de Temuco un verdadero paraíso comparado con otras experiencias, por esto estaba muy contento con nuestra nueva amistad y aprecio.
ALFONSO CALDERÓN fue desde su infancia un apasionado por la literatura. Era su mundo, así que todo lo que se escriba sobre él al respecto tiene una dimensión inferior a la que él llevaba en sí mismo. Leía continuamente libros que iban más allá de los recomendados por sus profesores y esto nos servía a nosotros como fuente de consulta antes de dormirnos. Él y otro de nuestros amigos y compañero de curso, Arturito Jofré eran de la misma edad, ambos muy estudiosos, pero de una diferencia de intereses muy grande. Uno estaba sumido en la literatura y el otro en la química y en la biología. Ellos eran como nuestros hermanos menores, por su edad e inocencia, eran muy queridos por los integrantes de nuestro dormitorio.
Terminado sus estudios secundarios, ALFONSO se trasladó a Santiago a estudiar Pedagogía en Castellano a la Universidad de Chile. Desde la residencial donde vivía en la calle República me ofreció e invitó a que cuando egresara del Liceo me fuera a vivir igualmente allí a República. Quedaba a escasas cuadras de donde funcionaba en esos tiempos el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. Cuando al año siguiente, en 1949, ingresé yo también al Pedagógico a estudiar Matemáticas y Física, me encontré con que su residencial estaba completamente copada, pero él me consiguió otro excelente hospedaje ubicado en la misma calle. Quedamos viviendo en dos lugares diferentes, pero a menos de cien metros. Nos visitábamos a diario, él me contó que estaba en círculos literarios con Pablo Neruda y sabiendo que yo había conocido a Neftalí Reyes como un vecino de mi familia en Temuco, me invitó a participar en estos encuentros efectuados en la capital. ALFONSO estaba ya por sacar su primer libro de literatura y cuando lo hizo le mandó el primer ejemplar a su madre y solemnemente me regaló y dedicó el segundo ejemplar de “Primer consejo a los arcángeles del viento”. Me lo regaló abrazándome y diciéndome que lo hacía de todo corazón a su mejor amigo, no me permitió por ningún motivo, a pesar de mis muchos esfuerzos, que yo le cancelara este segundo ejemplar.
Eran los años en los que ALFONSO estaba profundamente apasionado por la Literatura y yo a su vez por la Física. Me dijo un día muy preocupado, que estaba apenado porque había aparecido una crítica escrita muy dura y con palabras soeces de un seudo literato quien decía haber leído su libro y concluía que el contenido conllevaba algo sexual prototípico de los adolescentes. Yo por supuesto le di ánimo diciéndole que deje que los perros ladren, o algo parecido.
Mi amigo fue siempre consecuente con los deseos de su infancia y adolescencia, fue un amante de la Literatura a tal extremo que estuve antes de su fallecimiento, una semana entera por medio de Internet, comparando la cantidad de sus obras y otras publicaciones con las numerosas de Pablo Neruda y mi amigo ALFONSO CALDERÓN SQUADRITTO fue en cantidad más fructífero que su maestro. Sus memorias de tres mil páginas superan, y con razón, las de cualquier otro escritor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario